Nacido en el sótano de una librería en el Boston de los años 60, Firmin aprende a leer devorando las páginas de un libro. Pero una rata culta es una rata solitaria. Marginada por su familia, busca la amistad de su héroe, el librero, y de un escritor fracasado. A medida que Firmin perfecciona un hambre insaciable por los libros, su emoción y sus miedos se vuelven humanos. Original, brillante y llena de alegorías, Firmin derrocha humor y tristeza, encanto y añoranza por un mundo que entiende el poder redentor de la literatura, un mundo que se desvanece dejando atrás una rata con un alma creativa, una amistad excepcional y una librería desordenada. Firmin ha sido un acontecimiento en mi vida de lectora, uno de esos raros encuentros con un personaje inolvidable. Original, chispeante y profundamente conmovedora, esta aguda fábula sobre la condición humana es un disparo al corazón. Rosa Montero Firmin no es un ratoncito humano, sino un ser humano en un cuerpo de rata. Esto lo hace áspero, patético, incómodo, sin la menor concesión al infantilismo y auténticamente poético.

Firmin es una rata de biblioteca, mejor dicho, una rata de librería. Un animal que se sueña mejor así mismo, y que encuentra en los libros la mejor de las gasolinas para el motor de su imaginación. Firmin es amante de la música y fan declarado de Fred Astaire y Ginger Rogers. La primera relación de Firmin con los libros es más bien prosaica. Debido a su inferioridad física en relación con sus hermanos, debe buscar desde muy pronto el modo de alimentarse lejos de la teta materna, para lo que recurre al papel de los libros a la venta en la librería en la que vive con su familia. Pronto descubre que cada libro encierra un sabor distinto, y enseguida da un paso más, aprendiendo que los libros alimentan mucho más leídos que masticados.

De él ha dicho Eduardo Mendoza que es “Un libro escrito para lectores, es decir, para gente que siente pasión por los libros y para quienes los libros son tan reales como cualquier otra cosa de la vida. Más reales, quizá”.

La verdad es que se trata de un buen libro, y así que agradezco que me lo recomendaran, que tiene algunos muy buenos capítulos, pero tengo un pero: hay muchos altibajos narrativos. Aunque no puedes remediar el encariñarte de esta rata tan poco corriente. Y mucha culpa de esto la tiene Sam Savage , y su forma de narrarnos la novela, todo mediante las palabras y pensamientos de Firmin , y de sus continuos "diálogos" con los lectores. Sea como fuere, lo cierto es que es una de esas joyas con las que de vez en cuando nos sorprende el mundo de la Literatura y con la que gozas leyendo desde la primera a la última palabra. Firmin nos hace ver la vida desde otro punto de vista, desde el punto de vista de una rata desdichada. Es un libro muy divertido. El dibujo de la portada vale por medio libro. Los dos (el dibujo y el libro), son enternecedores, melancólicos y con dosis de humor que, por no conseguir despejar la melancolía, resultan algo amargos.

Esta novela podría llamarse “el libro de los miles de libros”: El libro que Firmin escribe en su mente, todos aquéllos que va leyendo durante su vida, los que vende el librero en cuya tienda se aloja y los que escribe su amigo, un escritor excéntrico y amable, un poco borrachuzo y absolutamente genial.

En fin, como dice la solapa del libro que esta novela está llamada a convertirse en un símbolo del amor por la lectura, aunque tal vez «Firmin» no deje de ser otra curiosa fábula sobre la condición humana, otra dosis de existencialismo literario. O sea: bastante recomendable. Se lo recomiendo a todo el que quiera leer algo diferente, se trata de una atípica novela sobre la fascinación de la lectura y sus consecuencias más o menos existenciales. Como digo, “Firmin” es un monumento a la lectura, a su capacidad para hacernos más libres y mejores. Si tienen oportunidad, no dejen de conocer a este tipo. Estoy seguro de que les gustará.