EL ENIGMA DE PARIS
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By M.Ig. Miranda
EL ENIGMA DE PARIS. de Pablo de Santis
Una original novela de detectives que entrelaza con pericia el marco histórico, el suspense y el juego psicológico y literario
Los Doce Detectives, el grupo de investigadores más famosos del mundo, se reúnen en París durante la Exposición Universal de 1889. Es la primera vez que están todos juntos, o casi todos, porque Craig, el detective argentino fundador del grupo, no ha podido asistir a la reunión. Una extraña enfermedad le aqueja. En su lugar, Craig envía a Sigmundo Salvatrio, el único estudiante que ha seguido junto a su maestro tras la tragedia que deshizo la academia creada por Craig. Salvatrio tiene una misión muy especial. Contar a Arzaky, el detective polaco afincado en París, la verdad del último caso de Craig, una verdad que solo este último y Salvatrio conocen.
En la Exposición de París, los Doce representarán el Arte de la Deducción entre las demás artes y ciencias de la muestra. Pero Salvatrio no encaja en el grupo. Su papel no está definido. No es ayudante de ninguno de los detectives presentes, papel fundamental pero en la sombra, y tampoco puede ser considerado detective. Asiste mudo, como es preceptivo en los ayudantes, a las reuniones de los Doce en las que, como en un Decamerón del misterio, los detectives relatarán sus casos más notorios y discutirán sus diferentes opiniones y métodos sobre el significado y la resolución de los enigmas.
Para unos, como Castelvetia, el detective holandés, el enigma es un rompecabezas, para otros, como el japonés Sakawa, es una página en blanco: el enigma no existe, es el propio observador el que lo crea. Estas reuniones irán mostrando las diferencias y rivalidades entre los miembros de los Doce, que Salvatrio analiza desde su perspectiva neutral y silenciosa.
Pero muy pronto, sin embargo, unas circunstancias imprevistas harán que Salvatrio deje su lugar de observador y se convierta en el segundo de Arzaky. Louis Darbon, el otro detective de París, siempre en pugna con Arzaky por el liderazgo en la ciudad, cae desde la segunda plataforma de la torre que Eiffel construye para la Exposición. Una primera muerte que no será la última.
Todos en el París de 1889 odian o adoran a la torre. Eiffel ha recibido multitud de anónimos y se han producido varios atentados menores. Las sectas esotéricas, abundantes en la época, son las principales sospechosas y Darbon había sido encargado de investigarlas. Será en esta dirección, por tanto, hacia donde se dirijan primero Arzaky y Salvatrio para descubrir al asesino de Darbon. Sin embargo Arzaky no parece muy dispuesto a confiar en su ayudante y este terminará por investigar por su cuenta.
A partir de aquí, Salvatrio irá conociendo con una serie de personajes a cual más excéntrico, que, poco a poco, le ofrecerán las claves del enigma. Desde Greta Ruvanova, la misteriosa ayudante del detective holandés, que trabaja en la sombra porque las mujeres tienen prohibida la entrada en el grupo; Paloma, La Sirena, bailarina de origen español y polaco que se sumerge desnuda en una piscina de agua helada, o Grialet, fundador de una célula rosacruz, que vive en una casa de paredes cubiertas de miles de citas literarias y filosóficas. Todos ellos serán parte del enigma y entre todos le mostrarán a Salvatrio la verdad que nadie ha sido capaz de descubrir.
Estamos, pues, ante un relato que asume todas las convenciones y tópicos propios de la novela policial clásica, pero que lo hace de una manera posmoderna: con guiños al lector informado y con una actitud narrativa entre irónica y lúdica. La única libertad que se toma el autor –y es sin lugar a dudas su mayor acierto– es hacer del protagonista, el argentino Segismundo Salvatrio, un aprendiz de detective al que sus mayores van revelando las grandezas y miserias del oficio. Salvatrio, un adolescente al inicio del relato, termina ocupando el lugar de su maestro. Esta novela es un homenaje a los grandes maestros del género: Poe, Stevenson, Conan Doyle, Chesterton y nuestro Jorge L. Borges entre otros. De Santis es prácticamente implacable aplicando la fórmula básica de lo policial: estructura cerrada, enigma, final sorpresivo, trama entretenida y sin huecos.
De Santis, va más allá de la estructura tradicional del género respetándola. Rompe en forma mínima el sistema de posiciones impuestas, desautomatiza ; esta vez, el alumno superará al maestro. El detective es el héroe de la modernidad. La función básica de este tipo de relatos es entretener, distraer e intrigar al lector, despertar su curiosidad y probar su lucidez. Un rompecabezas por armar donde el lector también participa. El libro parece una obra dedicada a los adolescentes que tampoco es un crimen, tiene un corte infantil y no un corte adulto, está adornado con personajes que parecen salidos de dibujos animados como un indio, un pistolero, una sirena y personajes parecidos.
La escritura, en una prosa concientemente parca y con un lenguaje eficaz, se detiene a observar cosas que después no tienen mucha importancia, presenta asuntos como sensacionales pero la trama se mantiene lenta, no es un libro que resulte audaz en absoluto en sentido de buscar casos espectaculares por resolver. No es pésimo porque la lectura es ágil, tiene sus momentos y esta bien redactado, por algo ganó un premio, y hay intención de sorprender con los casos sin embargo no sucede, pero personalmente no me gustó demasiado.
El enigma, o los enigmas, lo narra el joven ayudante de uno de los detectives desde una perspectiva limitada, siempre al mismo nivel de conocimiento de los hechos que el lector. Esta implicación del destinatario en la trama supone un gancho que asegura el suspense y el interés, e implica un mérito básico de la obra, ser un relato que mantiene viva la atención, y asegura esa cualidad básica del género, el entretenimiento. A este recurso se suman otras meditadas trampas de la mejor ley. Una consiste en concebir la trama como novela de novelas y fabricar una muñeca rusa con un rosario de casos que con frecuencia detienen la línea principal para interpolar curiosos sucesos criminales. Otro ardid viene del empleo desinhibido de variedades de la literatura popular: historias góticas, esotéricas. Entremezclado con esta materia cruda y efectista figura un componente libresco y culturalista muy intenso.
Una original novela de detectives que entrelaza con pericia el marco histórico, el suspense y el juego psicológico y literario
Los Doce Detectives, el grupo de investigadores más famosos del mundo, se reúnen en París durante la Exposición Universal de 1889. Es la primera vez que están todos juntos, o casi todos, porque Craig, el detective argentino fundador del grupo, no ha podido asistir a la reunión. Una extraña enfermedad le aqueja. En su lugar, Craig envía a Sigmundo Salvatrio, el único estudiante que ha seguido junto a su maestro tras la tragedia que deshizo la academia creada por Craig. Salvatrio tiene una misión muy especial. Contar a Arzaky, el detective polaco afincado en París, la verdad del último caso de Craig, una verdad que solo este último y Salvatrio conocen.
En la Exposición de París, los Doce representarán el Arte de la Deducción entre las demás artes y ciencias de la muestra. Pero Salvatrio no encaja en el grupo. Su papel no está definido. No es ayudante de ninguno de los detectives presentes, papel fundamental pero en la sombra, y tampoco puede ser considerado detective. Asiste mudo, como es preceptivo en los ayudantes, a las reuniones de los Doce en las que, como en un Decamerón del misterio, los detectives relatarán sus casos más notorios y discutirán sus diferentes opiniones y métodos sobre el significado y la resolución de los enigmas.
Para unos, como Castelvetia, el detective holandés, el enigma es un rompecabezas, para otros, como el japonés Sakawa, es una página en blanco: el enigma no existe, es el propio observador el que lo crea. Estas reuniones irán mostrando las diferencias y rivalidades entre los miembros de los Doce, que Salvatrio analiza desde su perspectiva neutral y silenciosa.
Pero muy pronto, sin embargo, unas circunstancias imprevistas harán que Salvatrio deje su lugar de observador y se convierta en el segundo de Arzaky. Louis Darbon, el otro detective de París, siempre en pugna con Arzaky por el liderazgo en la ciudad, cae desde la segunda plataforma de la torre que Eiffel construye para la Exposición. Una primera muerte que no será la última.
Todos en el París de 1889 odian o adoran a la torre. Eiffel ha recibido multitud de anónimos y se han producido varios atentados menores. Las sectas esotéricas, abundantes en la época, son las principales sospechosas y Darbon había sido encargado de investigarlas. Será en esta dirección, por tanto, hacia donde se dirijan primero Arzaky y Salvatrio para descubrir al asesino de Darbon. Sin embargo Arzaky no parece muy dispuesto a confiar en su ayudante y este terminará por investigar por su cuenta.
A partir de aquí, Salvatrio irá conociendo con una serie de personajes a cual más excéntrico, que, poco a poco, le ofrecerán las claves del enigma. Desde Greta Ruvanova, la misteriosa ayudante del detective holandés, que trabaja en la sombra porque las mujeres tienen prohibida la entrada en el grupo; Paloma, La Sirena, bailarina de origen español y polaco que se sumerge desnuda en una piscina de agua helada, o Grialet, fundador de una célula rosacruz, que vive en una casa de paredes cubiertas de miles de citas literarias y filosóficas. Todos ellos serán parte del enigma y entre todos le mostrarán a Salvatrio la verdad que nadie ha sido capaz de descubrir.
Estamos, pues, ante un relato que asume todas las convenciones y tópicos propios de la novela policial clásica, pero que lo hace de una manera posmoderna: con guiños al lector informado y con una actitud narrativa entre irónica y lúdica. La única libertad que se toma el autor –y es sin lugar a dudas su mayor acierto– es hacer del protagonista, el argentino Segismundo Salvatrio, un aprendiz de detective al que sus mayores van revelando las grandezas y miserias del oficio. Salvatrio, un adolescente al inicio del relato, termina ocupando el lugar de su maestro. Esta novela es un homenaje a los grandes maestros del género: Poe, Stevenson, Conan Doyle, Chesterton y nuestro Jorge L. Borges entre otros. De Santis es prácticamente implacable aplicando la fórmula básica de lo policial: estructura cerrada, enigma, final sorpresivo, trama entretenida y sin huecos.
De Santis, va más allá de la estructura tradicional del género respetándola. Rompe en forma mínima el sistema de posiciones impuestas, desautomatiza ; esta vez, el alumno superará al maestro. El detective es el héroe de la modernidad. La función básica de este tipo de relatos es entretener, distraer e intrigar al lector, despertar su curiosidad y probar su lucidez. Un rompecabezas por armar donde el lector también participa. El libro parece una obra dedicada a los adolescentes que tampoco es un crimen, tiene un corte infantil y no un corte adulto, está adornado con personajes que parecen salidos de dibujos animados como un indio, un pistolero, una sirena y personajes parecidos.
La escritura, en una prosa concientemente parca y con un lenguaje eficaz, se detiene a observar cosas que después no tienen mucha importancia, presenta asuntos como sensacionales pero la trama se mantiene lenta, no es un libro que resulte audaz en absoluto en sentido de buscar casos espectaculares por resolver. No es pésimo porque la lectura es ágil, tiene sus momentos y esta bien redactado, por algo ganó un premio, y hay intención de sorprender con los casos sin embargo no sucede, pero personalmente no me gustó demasiado.
El enigma, o los enigmas, lo narra el joven ayudante de uno de los detectives desde una perspectiva limitada, siempre al mismo nivel de conocimiento de los hechos que el lector. Esta implicación del destinatario en la trama supone un gancho que asegura el suspense y el interés, e implica un mérito básico de la obra, ser un relato que mantiene viva la atención, y asegura esa cualidad básica del género, el entretenimiento. A este recurso se suman otras meditadas trampas de la mejor ley. Una consiste en concebir la trama como novela de novelas y fabricar una muñeca rusa con un rosario de casos que con frecuencia detienen la línea principal para interpolar curiosos sucesos criminales. Otro ardid viene del empleo desinhibido de variedades de la literatura popular: historias góticas, esotéricas. Entremezclado con esta materia cruda y efectista figura un componente libresco y culturalista muy intenso.
La historia está narrada a distancia, años después de que transcurre la acción, cuando el narrador es en realidad un detective ya consolidado. Así, hay momentos del relato en los que se cuela la voz del otro, la del viejo. La ambigüedad de la voz narrativa no parece intencional y resulta incómoda, porque el cambio no es ni paulatino ni siempre consiente.
Este equilibrio entre la amenidad y el alcance intencional se logra también por la gracia de otros recursos. La carga especulativa se supedita a un componente emocional muy fuerte, y, en realidad, esta novela negra disimula una hermosa historia de amor. Las rutinas del género se someten a una sutil manipulación por medio de otro componente básico, lo fantástico.. El enigma de París tiene un final abierto. El fracaso de la sociedad detectivesca sugiere una elegía de tiempos pasados que acentúa la evocación de los sucesos cargada de melancolía. Pero no estoy seguro de que éste sea el mensaje, porque también es una obra muy estimulante respecto de su significado: creo que deja en manos del lector el que éste dé a la historia su personal sentido.
El enigma de París es un rompecabezas perfecto.
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